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Wednesday, August 17, 2005

Pensandolo bien. Pensandolo muy bien. Armandolo todo para que cierre de manera perfecta. Siendo todos los días todo el tiempo sólo lo que debo ser, y nada más. Ni un centimetro más de carne. Ni una silaba de más. Se va enroscando lentamente en los puntos y las comas, se prepara para dar el último discurso, piensa que la palabra ajena la deja en un lugar de mierda, que los lugares comunes son la cuna de su espiritualidad, que hace 21 años que es sin ser, que no tiene miedo, que sabe que no tiene miedo, que sabe muy bien que necesita mucho más de lo que puede pedir.

Pensandolo muy bien. Adonde pensás ir ahora? Qué pensás que puede salir de este encuentro desafortunado, de esta serie de eventos que no elegis, que no deseas, pero que vivis hasta volver a enroscar el papelito y cercenar la angustia con un calmante aparente.

En su discurso pueden aparecer una serie de imagenes, siempre las mismas, nunca distintas, de las que ella se va a sostener como si dos piernas no alcanzaran para permanecer en equilibrio. En su discurso van a aparecer muchas silabas, muchas ideas expresadas de manera singular. En su discurso siempre va a ocupar el último lugar, va a ser la que no puede, la que no debe, la que no es. A la que falta todo, la que dice que a los otros no les falta nada. La que le asigna a la palabra "otros" un valor superlativo, una carga de exigencia extra que no se contempla en la realidad. En el fondo lo que puede llegar a querer decir es: ésto es un complot, pero, con certeza, si dijera eso tendría que volver a jardín de infantes. Y lo sabe, entonces recurre a la economía linguistica- ahorrate parte del discurso, mejor pegate una foto en el pecho y así todos van a saber qué es lo que vos decis que sos (afirmas que sos) sin necesidad de que habrás la boca. Economía verbal. Falta de promiscuidad verbal. Sobredosis de fucking padre. Está bien: este es el juego que elegiste. Aunque estemos todos cansados de jugar a que todo es un juego. Aunque vos estés cansado de decir que estás cansado de preguntarte porqué y para qué existis.

Es una de esas preguntas que no te hacen avanzar, sino todo lo contrario. Retrocedemos 5 casilleros. Tiras los dados (por favor, que no den cero) y sacas una carta del maso: te toco el estrangulador emocional. Te toco la muerte de tu padre, te toco una conversacion en un bar con un extraño en la que la conclusión es: vivimos una realidad siniestra. Te tocó tatuarte en la frente la frase: la única verdad es la realidad. Te tocó que otro te pregunte si existis para desarmarte toda la retórica y todos los argumentos. Te toco volver a elegir.

Parece no importar lo que hagas, para no importar quien seas, parece no importar cuanto puedas desear que las cosas sean de otra manera. Siempre terminas jugando a que todo es un juego, a que el discurso no te tiene de las pelotas, a que podés amar sin dar vueltas, a que los límites se ponen hablando porque asi la gente se entiende. Sería todo un evento que te levantaras un día sin tener más voz, sin poder hablar. Sin poder dejar de construir relaciones con los otros por medio de palabras, por medio de movimientos de aire, lo más lejos de la carne que puedas.

Cuando ella habla. Qué es lo que dice? Cuando ella habla nunca dice nada. Ésto es prueba fehaciente de que así funciona su cabeza.

bienvenido.