Voy en un taxi por libertador a las 5 de la mañana de un domingo. Esta oscuro. Hace calor todavía. Pienso en el desequilibrio de lo cotidiano. La ciudad se parte en padazos zurcada por sus venas infinitas. Los semaforos y los autos haciendo zig zag me distraen de la conversación casual con el taxista de turno.
La sintomatologia de una Ciudad que se quiebra. Un grito que parece de dolor pero que se escucha como la única hija de la lágrima. No entiendo el ritmo acompasado en el que duerme Buenos Aires. No entiendo el olor a bestia que duerma a los pies del amo que sale de todos los pasillos oscuros. No lo entiendo. Hay una enfermedad, una locura endemica, navegando en el río del libertador.
Faltan códigos, faltan velos de ignorancia, falta la felicidad de la tranquilidad. Me desvela, me quita el hambre. Trato de entenderlo dia a día...trato de entender porque somos como el perro que corre su propia cola. Canibales de nosotros mismos.
Síntoma. Para enteder la enfermedad hay que entender el síntoma. Para entender la causa hay que entender la enfermedad. Para entender a buenos aires hay que hacer un curso en lenguas arcaicas.
Urbe. Urbe despiadada consigo misma. Igual que cada uno de nosotros en la intimidad. Las reglas del juego individual se masifican ante la falta de discurso. La palabra y su significado se deshacen ante aquel que no sabe hablar. Cual es el significante de tu significado hoy, Buenos Aires?
Tal vez necesitarías un buen psicoanalista.
Tal vez sobran psicoanalistas y falta sentido común.

Extraño sentir que la ideología viene en forma de gotera popular.

Esta contractura social me está matando.